viernes, 18 de enero de 2013

La alimentación catalana en la edad moderna


La alimentación catalana en la edad moderna, según el Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril de Miquel Agustí


María de los Ángeles Pérez Samper
Universidad de Barcelona


Este trabajo estudia la historia de la alimentación, desde la perspectiva de los tratados de agricultura. La fuente es el Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril de Fra Miquel Agustí (Barcelona, 1617), que es una de les contribuciones a la agronomía más significativas escritas en catalán, muy difundida en el siglo XVII y en el siglo XVIII. El objetivo principal es estudiar los temas relacionados con la vida del campo, los trabajos relacionados con la producción, elaboración y conservación de los principales productos alimenticios como el pan, el vino, las hortalizas y las frutas; la ganadería y la caza, también las pequeñas industrias caseras, como la volatería y la apicultura; también la propia casa, los huertos y los jardines. El propósito es reunir datos sobre la vida cotidiana de la sociedad rural catalana de la edad moderna.
This study is abouth the history of the feeding, from the perspective of the treaties of agriculture. The basic source is the Llibre dels secrets d'agriculture, casa rústica i pastoril of Fra Miquel Agustí (Barcelona, 1617), that is one of them contributions to the most significant agronomy written in Catalan, very spread in the 17th century and in the 18th century. The main aim is to study the subjects related with the life of the field, the analyse related with the production, maken and conservation of the main alimentary products like the bread, the wine, the vegetables and the fruits; the animal husbandry and the hunting, also the small home-made industries, like the farmyard and the beekeeping also the own house, the orchards and the gardens. The purpose is to gather data on the daily life of the Catalan rural society of the modern age.
           
            La preocupación existente en la edad moderna por la agricultura, actividad que aseguraba el sustento de la población y que constituía la base de la economía de la época, se manifestó en una serie de escritos, los llamados tratados de agricultura, obras de autores diversos y dirigidas a destinatarios distintos, que continuaron la rica tradición clásica de scriptores de re rustica, incorporando los autores medievales del mundo cristiano y del mundo islámico.[1] A comienzos del siglo XVII, en 1617, se publicó el más famoso tratado catalán, que reflejaba muy bien la tradición agraria del Principado y las expectivas existentes de mejora. Su autor fue Miquel Agustí y se tituló: Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril.[2]
            Fra Miquel Agustí era un eclesiástico, nacido en Banyoles el año 1560. Profesó en la Orden de San Juan de Jerusalén y llegó a ser prior en Perpinyà. Murió en 1630. Su fama procede de que fue un agrónomo destacado. Escribió un libro titulado Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril, una de las contribuciones a la agronomía más significativas escritas en catalán. El libro fue conocido popularmente como El Prior. Trataba temas relacionados con la vida en el campo. El libro fue impreso por primera vez en Barcelona y constaba de 194 folios. En las sucesivas ediciones el texto fue ampliado, pasando a más de 500 folios. La obra tuvo una difusión muy rápida y después de su primera edición en catalán en Barcelona en 1617, en 1625 se publicó la versión castellana en Zaragoza en la que se añadió una nueva parte sobre la caza y un vocabulario de términos agrícolas en seis idiomas (castellano, catalán, latín, portugués, italiano y francés). La siguiente edición se hizo en Perpiñán en 1626 y luego siguieron otras en Barcelona, ​​Zaragoza y Madrid.
            El éxito del libro continuó en el siglo XVIII. Una de las ediciones en castellano, ampliada, fue hecha en Barcelona, en la imprenta de Juan Piferrer en 1722: Libro de los Secretos de Agricultura, casa de campo y pastoril. Traducido de Lengua catalana en castellano. Por Fray Miguel Agustín, Prior del Temple de la Fidelíssima Villa de Perpiñán, del Orden y Religión de San Juan de Jersusalén, del Libro, que el mismo autor sacó a la luz el año de 1717. Y aora con la addicion del Quinto Libro, y otras curiosidades ; y un Vocabulario de seys lenguas, para declaracion de los vocablos de dicho Libro; y al fin de él hallarán las materias de que el Autor trata, con una Rueda perpetua, para conocer los años abundantes, o esteriles. Las últimas versiones son de Madrid en 1781 y Barcelona en 1785. En total se cuentan más de veinte ediciones.
            Es una obra bien documentada. Sus fuentes son muy variadas, incorporando desde los tratados clásicos de Varrón y Columela, pasando por autores medievales catalanes, como Arnau de Vilanova, hasta las aportaciones más recientes de autores extranjeros como Pietro Crescenzi y Charles Estienne. El libro de Miquel Agustí tenía como referencia más directa la obra de Estienne L'agriculture et maison rustique, de 1564.
            Como decía fray Miquel Agustí en el prólogo de su Llibre dels secrets dágricultura, casa rústica i pastoril: “El Arte de la Agricultura es un modo, y traza muy necessaria para pasar la vida humana, y por esso debe ser preferida a todas las demás” Y añade: “La primera cosa que Dios nuestro Señor nos enseña ser necessaria a la vida humana es la Agricultura; y assi (…) la Agricultura debe ser loada, y los Agricultores deben ser preferidos a los demás Artifices.”[3] Daba una visión de la agricultura, muy ligada a la vida cotidiana. Recogía y simbolizaba “l'ús i costum de bon pagès” (el uso y costumbre de buen labrador) de Cataluña. La obra proporcionaba no sólo un conjunto de técnicas agrícolas, sino también una serie de principios generales sobre la gestión de una explotación campesina, comenzando por definir la propia casa rústica y la distribución ideal de sus dependencias, entre los cuales destacaba la cocina: “Quien quisiere hacer edificar y fabricar Casa de Campo para habitar en ella con su familia, y para hacer cría de todas suertes de animales domésticos, así terrestres como volátiles (...) y hacer en ella una buena entrada, y muy buena cocina; porque en una Casa de Campo el mejor aposento debe ser la cocina.”[4]
            Se trataba de una agricultura de subsistencia, en que los ciclos agrarios determinaban una disponibilidad variable de alimentos que era preciso administrar cuidadosamente hasta la siguiente cosecha. Se daban normas diferentes de consumo para las épocas de carestía y para las épocas de abundancia, lo que implicaba un reconocimiento implícito de las limitaciones de un sistema productivo arcaico, del que se intentaba extraer la máxima rentabilidad. Asegurar la alimentación de la familia, criados y trabajadores era cuestión fundamental.[5]
            Agustí, siguiendo la pauta de la época, responsabilizaba a la mujer de la preparación y distribución de los alimentos. La división del trabajo entre hombres y mujeres dejaba en manos de la madre de familia importantes tareas: “La Madre de Familias de la Casa de Campo, no tiene menos obligación de acudir a las cosas que a ella tocan, como a su marido las de su oficio, antes bien le debe ayudar, repartiéndose entre ambos el trabajo, y assi toca a su gobierno el cuidado de las bacas (si no fueren muchas) en que no las falte sustento, por lo que puede sacar su esquilmo, como leche, manteca y quesos, de que siempre ha de tener abastecida su casa. También debe acudir al gobierno de los puercos, del horno y bodega, curar el cáñamo y lino, y hacer sus telas; ha de esquilar los ganados, y hacer cardar la lana, para que se hagan paños para vestir la familia de su casa. También le toca el cuidado del huerto, en quanto a las yerbas de las hortalizas, y cosas de comer. Debe tener cuidado de las palomas, y de las demás aves, y abejas, y de la conservación de las frutas, y semillas… Si hubiere señora principal en la casa de campo, le debe dar fielmente cuenta de los huevos, y cría de las gallinas, y de las demás aves, y animales que estuvieren a su cargo… El pan que se comiere, de ordinario sea duro; y en años estériles no aguarde que los de la casa pongan agua en el vino, fuera de su marido, y huéspedes…”[6]
            Si importante era la asignación del trabajo, también lo era organizar una alimentación en función de las necesidades de los diversos miembros de la familia y de los criados. Al hablar de los diferentes productos y platos se indicaba lo más apropiado a cada uno, reflejando claramente las jerarquías sociales. El pan de cebada lo consideraba Agustí  “más para pobres que para ricos”.[7] Y apuntaba que el salvado era bueno para hacer pan para los criados, mezclado con harina de trigo, o que el queso era bueno en verano para las meriendas de los trabajadores. No era una alimentación en función de las necesidades nutritivas, sino de acuerdo con la condición social.
            Los ciclos naturales y los ciclos religiosos marcaban la alimentación. El ciclo agrario era fundamental y definía una alimentación basada en los productos de temporada. A esa realidad se sumaba el ciclo litúrgico. Para cumplir con los preceptos de ayuno y abstinencia había que procurarse cereales, legumbres y verduras que suplieran a la carne en tiempo de Cuaresma. Aunque el producto más habitual de sustitución era el pescado, en los tratados de agricultura la pesca apenas tenía presencia. Miquel Agustí dedicaba un capítulo al final de su libro a los “Secretos de cómo se pescan los peces”.[8] También era importante asegurar el suministro de productos extraordinarios, para celebrar las grandes fiestas familiares y cristianas, como la volatería para Navidad o el cordero para Pascua.
            La preocupación cotidiana por la comida podía convertirse en ocasiones de cuestión de vida o muerte, pues las crisis de subsistencias amenazaban periódicamente la economía del antiguo régimen. Conocer recursos para superar las situaciones de hambre era importante y Miquel Agustí hacía en su libro numerosas advertencias sobre la manera de administrar los alimentos reduciendo las raciones y aprovechando todo lo disponible: “Lo que queda de la escoladura de la leche, daréis a los puercos y perros; pero en tiempò de carestía se puede dar a la familia, haciéndola hervir un poco.”[9] Daba numerosos consejos para remediar el hambre: “Para el hambre, escribe Ransovio, que cuando se padeciere de hambre, se procure tomar el hígado de qualquier animal, assarlo, y luego comerlo en lugar de pan: también el pan amassado con almendras dulces, y azucar, con poco que se coma se quita el hambre: el pan, que sea cocido dos veces, hace el mismo efecto, y se conserva mucho tiempo.”[10]
            La preocupación campesina sobre la alimentación se centraba básicamente en el hecho de que nutriera, que diera sustento y energía para vivir y para trabajar. La dureza del trabajo del campo aumentaba la necesidad de alimentos, pero garantizaba también el placer que se obtenía de la comida. Como decía la mujer de Sancho Panza, “la mejor salsa del mundo es la hambre; y como ésta no falta a los pobres, siempre comen a gusto”.
El pan
            En la alimentación de la época el pan y el vino ocupaban lugares principales. El pan era el sustento básico de todos y entre las clases populares era el alimento central. Por tanto en la agricultura era fundamental el cultivo del cereal. Miquel Agustí hacía un gran elogio del pan: “…Es cosa muy cierta, que el pan tiene el primer lugar entre todas las demás cosas que dan nutrimento al hombre; que sea assí, vemos, que las comidas o menjares continuos, no son tan agradables al gusto, por bien aparejadas, y sazonadas de buenas salsas, o especies, que sean, que con todos sus aparejos dan un disgusto, o fastidio de sí mismas; pero el pan nunca es desdeñado, assi en salud como en enfermedad, y es la cosa que últimamente es aborrecida en el apetito perdido, y la primera que vuelve al gusto, assi en la enfermedad como en sanidad, y es el primero y último comer que es gustoso, y agradable en todas maneras de comidas: assi ciertamente el pan tiene un beneficio admirable de naturaleza, que es dotado de todos los gustos, y sabores, que particularmente incitan y alhagan cada una de las cosas de comer para ser comidas; las unas son placentes por su dulzor, otras por ser agrias, otras por ser saladas, y muchas por su acrimonia, y otras por su olor gracioso, y suave; el pan en sí contiene todo lo que se puede gustar agradablemente en todas las demás cosas de comidas: aunque las otras cosas de comer sean de buen gusto en sí no pueden no pueden ser de agradable, ni provechosa comida en sanidad, sino que fuesen comidas en compañía del pan, porque el pan, por la bondad que tiene, corrige las fuerzas de las demás cosas de comer, y vale a sus virtudes; porque el común proverbio dice, que todas las cosas de comer se hallan buenas, y provechosas, quando son comidas con pan…”[11]
            Este gran elogio del pan es bien representativo de la importancia que se concedía al pan como alimento básico, indispensable, atribuyéndole una larga serie de cualidades. Sin embargo, también se señalaban algunos posibles efectos negativos en determinadas circunstancias como el abuso en su consumo, la cocción defectuosa, el grano de mala calidad o en mal estado de conservación: “Hay otro Author, que dice este proverbio común, (Omnis repletio mala; panis autem pessima) que dice, que mucho comer de cosas es ruín, y principalmente de pan; esto es, porque el pan, por razón de la grande, sólida, y constante natura, que da al cuerpo, quando es comido en cantidad excesiva, hinche las venas…”[12]
            El pan era el alimento básico de todos y muy especialmente de las clases populares. Cuestión relevante era determinar la cantidad de pan a consumir, que dependía de factores diversos, el grupo social, la época del año, las diferentes constituciones físicas de cada consumidor: “Qué cantidad de pan debe comer todos los días el hombre, no se puede determinar con regla cierta; porque se debe tener consideración y miramiento en el tiempo: por lo que en el invierno se come más que el verano; y también en lo que el cuerpo y estómago está habituado, y en más o menos hambre, y a la forma, condición y manera de vivir de cada uno, y la costumbre del país o territorio, sin otras muchas circunstancias, que los de Palacio, Canonigos, Monges y Colegiales en esso tienen regla, y porcion ; pero no es firme y constante, que la pueden roemper, según el tiempo corre, la qual cantidad de pan la hacen aumentar y disminuir.”[13]
            El pan se podía hacer con muchas clases de grano. El mejor era el pan de trigo. Hecho con levadura se consideraba más sano, digestivo y agradable: “La levadura adquiere un agror y gracia, y mejor sabor el pan, y assi vemos que los panes quantas más veces son puestos en levadura, tanto más son placenteros y agradables y más sanos… La levadura es hecha de diversas maneras… de masa de trigo par hacer pan de trigo, de masa de centeno para hacer pan de centeno; algunos hay que con ella ponen sal, otros vinagre…, otros ponen manzanas silvestres…” Miquel Agustí daba una serie de consejos sobre la elaboración del pan: “… la Madre de Familia de la Casa de Campo se debe disponer en amasar, y hacer su pan. Si quiere hacer pan de harina blanca de buen trigo, debe ser curiosa sobre todo en dar buena sazón a su levadura… El lugar más acomodado para cocer el pan es el horno, por lo que allí recibe el calor del fuego igualmente por todos lados…  Quando el pan sea cocido competentemente, lo sacaréis fuera del horno y lo pondréis a reposar… La Madre de Familias, por su provecho, para que el pan se conserve más largo tiempo, y se coma menos de él, lo pondrá en lugar cóncavo, ò en lugar húmedo; y el pan de centeno, en lugar cercano al fuego.”[14]
El pan de trigo estaba reservado a las gentes más acomodadas. El pan común de las clases populares y del campesinado estaba hecho de otros cereales menos exigentes que el trigo en su cultivo y muy extendidos en el mundo mediterráneo, como la cebada: “De la harina de cebada, sacado el salvado, se hará buen pan, bien hecho y fácil de romper, y de grande gusto y será muy mejor, mezclándole la mitad de harina de buen trigo.”[15] No era el mejor pan, pero resultaba útil en momentos de necesidad: “En tiempo de esterilidad se hace pan de cebada, esto más para pobres que para ricos”.[16]
            También se hacía pan de otros cereales menos apreciados, como la avena, sobre todo en época de carestía: “De la misma manera se hace el pan de avena, sino que no está en uso, sino en tiempo de extrema necesidad de hambre; porque es de muy mal sabor.” De mijo y de panizo también se podía hacer pan, pero tampoco era bueno: “es muy seco, enjuto y rompedizo”, había que comerlo a tajadas, “con queso y con manteca salada”. El centeno se consideraba igualmente inadecuado para hacer buen pan y sólo se consideraba apropiado para gentes pobres en años malos, pues era “muy fastidioso”.[17] En años malos, cuando las reservas de grano se habían agotado y sólo quedaban restos de diversas cosechas se hacía pan de mezcla, aprovechando diversos cereales, aunque fueran de baja calidad, y utilizando harina de legumbres, como habas o altramuces, para matar el hambre, aunque se dudara de sus cualidades nutritivas o saludables.
Existían otros tipos de pan, como el bizcocho, que tenía unas finalidades específicas, garantizar una buena conservación durante largo tiempo o celebrar algunas fiestas: “Del pan vizcochado hay tres maneras: el uno se hace de centeno, o de ordio, o de centeno y trigo, todo mezclado, para los marineros que emprenden largo camino por la mar, o para aquellos que están sitiados en alguna Fortaleza, o Castillo, por lo que se puede conservar muy largo tiempo: el otro se hace de harina de trigo puro; este es bueno para los passageros, gotosos y sarnosos, para vivir con dieta; el otro se hace de la flor de la harina del puro trigo, en la qual pasta o massa se pone azúcar, canela, gengibre, y algunas veces anís, el qual se come en la Quaresma, y otros días, por regalo.”[18]
            Los cereales no se dedicaban sólo a hacer pan.  También se utilizaban para otras preparaciones culinarias, como sopas, gachas, sémolas, grano entero en el caso del arroz, y toda clase de masas horneadas o fritas, como empanadas, buñuelos. Para espesar la sopa se utilizaba harina de diversos cereales: “El centeno y la cebada, aunque esta simiente no sea a propósito para hacer pan, sino en tiempo de extrema necesidad, no dexa con todo de molerse, y hacerse de ella harina para echar en el caldo, y cocerse con la carne, la qual los médicos alaban mucho, y dicen  que sirve de nutrimento para el cuerpo... Quando se cuece sólo para mejorarla, la añade leche de vaca o de cabra, o de almendras dulces con azúcar.”[19] De los cereales también se hacían bebidas, como agua de cebada o cerveza. Miquel Agustí daba varias recetas, como el farro de cebada para enfermos: “De la cebada se prepara una escudilla de regalo para los enfermos desta manera. Tomaréis cebada mondada, y haréisla cocer hasta que reviente, después picadla y pasadla por un colador de pelo, añadiéndole después azúcar o zumo de almendras, amasándolo todo esto con simiente de adormideras, o de lechugas…”[20] Sobre el mijo decía: “Los Gascones usan mucho de esta harina con leche, y dicen que es cosa muy buena”.[21]
            Sobre el arroz, que consideraba como una legumbre, Agustí tenía una idea curiosa: “El arroz más presto se puede hacer por curiosidad, que para provecho; porque dicha simiente es propia a los Indios, los quales proveen de él muchas provincias; hacese también dél en Valencia, y en Cataluña en el Obispado de Gerona, en las partes de Torruella de Montgrí (…) Es muy provechoso para la casa donde hay mucha familia, y para la Casa de Campo; porque lo mezclan con centeno y mijo, y otros granos para comer. El arroz reprime el fluxo del vientre comiéndole a menudo, mayormente cocido con leche de vaca. Piensan algunos que el arroz engorda; mas siguiendo la opinión de los Médicos es al contrario…”[22] 
El vino
            Miquel Agustí, que hacía un gran elogio del pan, también hacía una gran alabanza del vino, tomando a ambos como los dos pilares de la alimentación, comida y bebida, del país: “El agua fue la primera que los hombres han tenido en el uso del beber por el mundo, y la acostumbraban beber por apagar la sed; pero después que manifiestamente los hombres han mudado los gustos, y apatitos y han inventado y puesto en ejecución diversidad de bebidas, por eso el agua es aborrecida… Pero aunque tantas maneras y diferencias de vinos hayan inventado los hombres, el de viñas es el más excelente, y tiene el primer lugar entre los otros, por lo que es más apacible, agradable, y de más excelente beber, que se pueda hallar ni pensar”.[23]
            Definía el vino: “Ni es otra cosa el vino, sino el zumo que sale de las uvas, estrujadas o pisadas en el lagar, con esta diferencia, que antes de hervir es llamado mosto, y después de haber hervido se llama propiamente vino”.[24] Según Agustí: “En los vinos se considera el color, gusto, olor facultad, y consistencia; de donde las diferencias principales de los vinos son tomadas. Quanto en el color, el uno es blanco, el otro claro, entre blanco y tinto, como a color de miel, o clarete o tinto. El vino blanco generalmente es de mas tenue substancia, que el tinto… El vino tinto es tenido por mejor de todos; porque dice Galeno, que los vinos tintos y de gruessa sustancia, con poco trabajo están convertidos en la naturaleza de la sangre”.[25] Enumeraba una serie de tipos de vino: vino virgen, blanco, clarete, tinto, moscatel, macabeo, griego, malvasía, añejo. También se hacían vinos de otros productos, como el vino de borrajas, vino adobado con membrillos, vino hipocrás y vinos especiados y aromatizados, como vino de rosas, de anís, de peras, de laurel, de salvia, de aguamiel. El vino hipocrás era muy apreciado en la época y Agustí daba varias recetas, entre ellas: “Vino hipocrás haréis tomando canela fina seis dragmas, de gengibre media onza, de nueces noscadas dos dragmas, de clavos, y grana de Paraíso, de cada uno una dragma; de cardo momio un escrúpulo, pimienta, culamo aromático, culantro preparado, de cada uno un escrúpulo; de vino muy bueno ocho libras, azúcar blanco, lo que fuere necesario, polvorizado todo, lo mezclaréis, y lo colaréis, como se acostumbra, y lo aclararéis con leche de almendras dulces.”[26]
            No descuidaba tampoco ocuparse del vinagre, importante en la alimentación en una época que gustaba mucho de los sabores agrios y agridulces, importante para aliñar y sobre todo para conservar, por la gran afición existente por los encurtidos.[27]
La carne
            Si el pan y el vino eran alimentos cotidianos y eran para todos, la carne, considerada igualmente un alimento esencial, no era, en cambio, de consumo tan general. Era más cara y no estaba a disposición de todos regularmente. Era considerado el alimento de los nobles, los poderosos, los ricos, que comían carne en cantidad y de la mejor calidad, mientras los demás tenían que contentarse con comerla en menor cantidad, menos frecuentemente y de más baja calidad. Dada la importancia que se concedía a la carne y a los demás utilidades, la cría del ganado era fundamental en una explotación agraria.
            La volatería, bien fuesen aves de caza o aves de corral, era considerada la carne más selecta, más saludable y más tierna y su consumo estaba reservado a la nobleza y a las clases acomodadas. Los campesinos, aunque criaban los animales, sólo de vez en cuando los comían. “El gobierno de las gallinas, y pollos es el principal cargo de la Madre de Familias de la Casa de Campo, la qual debe ser muy curiosa…”[28] Las gallinas se criaban para que pusieran huevos y sólo después se comían: “… quando sean de tres años es bueno comerlas…”[29] Las aves únicamente estaban presentes en las mesas campesinas en las grandes ocasiones, gallos, capones y pavos por Navidad, caldos de gallina para enfermos y convalecientes: “El caldo en el que ha hervido la gallina es bueno para relajar el cuerpo.”[30]
            Las aves de caza, como los faisanes, eran especialmente apreciadas y en ocasiones se trataba de criarlos en cautividad: “Los faysanes son difíciles de domesticar… Los antiguos criaban y engordaban los faysanes, no por otro efecto sino para los combites y banquetes”.[31] Lo mismo sucedía con otras aves de caza, como tórtolas, perdices, codornices y palomos roqueros: “Y en cuanto al domesticar, por haver de ellos raza, como de nuestros animales domésticos, es muy difícil y assi son muy estimados para las fiestas y banquetes”.[32] Las perdices eran muy apreciadas: “Las perdices rubias… su carne es más delicada… si fueren bien alimentadas casi se igualan a los faisanes”. Y atribuía grandes cualidades a sus huevos: “Los huevos de las perdices, comidos a menudo, vuelven fecunda la mujer estéril y a las que crían dan gran copia de leche.”[33] También eran muy apreciadas las palomas. Había muchos palomares, para criar palomos.
            Los pavos reales eran muy espectaculares, pero su carne era dura y de difícil digestión: “La carne del pavo es melancolica y de dura digestión…”[34] Gran éxito tuvieron, en cambio, los pavos americanos, que se integraron rápidamente en la alimentación catalana. Miquel Agustí se mostraba favorable, aunque creía que proporcionaban pocos beneficios y tenía mala opinión de los huevos: “Aquellos que nos han traído a estas tierras las gallinas, y pollos de Indias, mas ha sido a fin de enriquecer la boca, que no al Padre de Familias de la Casa de Campo… Verdad es que la carne es delicada y muy saciable, pero de dura digestión, por esso los rellenan de lardones, y de muchas especies, y pimienta; pero la carne del pabo es mucho mejor y más delicada… La Madre de Familias hará poco caso de los huevos destas gallinas de Indias, porque son malos para la salud, y assi no los usaréis en comida…”[35]
            Las aves ocupaban lugar destacado en la jerarquía de las carnes. Las demás clases de carne se ordenaban según el animal, la edad, el sexo, la parte del cuerpo. Las preferencias generales se inclinaban por el cordero y el cerdo, carnes más populares y de consumo más amplio y frecuente. El cerdo era muy apreciado: “Su carne, ahora de leche, ahora salada, es boníssima y en las Casas de Campo es el sustento ordinario”[36] Se consumía fresco y salado: “El puerco es muy bueno (ultra de la comida para la Familia, puesto a pedazos, y bien salados en una saladera) matarlo, tanto para comer, quanto también por la gordura… después de hechos los pedazos, los pondréis en la saladera, haciéndoles cama con sal gruessa, molida, e iréis cubriendo los pedazos con sal, poniéndolos el uno encima del otro, y quanto la saladera será casi llena, la llenaréis de sal.”[37] El cordero se consideraba en el mundo rural la mejor carne: “La mayor parte de la utilidad del Padre de Familias de la Casa de Campo consiste en tener rebaño… Puédese afirmar que el mejor y más útil de los animales, que se pueden criar en la Casa de Campo son los carneros y ovejas…” La lana era muy importante, pero también “la delicada carne del carnero.” [38] En cambio, Miquel Agustí se manifestaba contrario a la carne de cabra: “La Madre de Familias de la Casa de Campo no dará a comer carne de cabra a los de su Familia, por su salud, si no fuere en tiempo de grande carestía… pero si la necesidad obliga, a que de ella se haya de comer, conviene hacerla cocer en la olla abierta, y con mucha agua, y especias… Verdad es que de las cabras y cabritos se puede sacar mucha utilidad para la salud de su Familia.”[39] El ganado vacuno se dedicaba preferentemente al trabajo, pero también se aprovechaba para comer: “Después que el Baquero conozca que el buey está cansado de arar, y que no puede ya tirar más, lo engordará por algún tiempo sin trabajar, y después lo matará, y salará por entero, o a pedazos, para comida anual de vuestra familia.”[40]
            El consumo de carne se completaba con liebres y conejos, de caza y de corral. Los conejos también eran un recurso muy apreciado de la Casa de Campo: “Demás de la venta, que el Padre de Familias puede hacer cada año en gran número, y sustento de su casa, puede hacer presentes a sus amigos.”[41] Era una buena carne para comer: “los conejos de la dehesa… la carne es mejor, y menos melancólica, que los del corral cerrado… Estas dos maneras son mejores para comer quando son jóvenes.”[42]
Leche y queso
            Los lácteos ocupaban un lugar notable en la economía campesina y en la alimentación del mundo rural, pero no tenían gran aprecio entre las clases privilegiadas y su consumo era desaconsejado por los médicos. La leche se contaminaba con facilidad y se conservaba mal. En algunos casos se hacía leche agria para poder conservarla mejor: “Algunos hacen hervir la leche con ajos y cebollas y la conservan para el uso, y la llaman leche agria”.[43] Pero lo mejor era hacer queso, producto mucho más valorado y que se conservaba muy bien.
            Sobre los quesos de leche de vaca decía Miquel Agustí: “Lo más presto que fuere posible sacaréis la manteca, quesos y otras cosas, de que podréis sacar provecho, que la buena Madre de Familias debe ser solícita de sacar, según el tiempo… y de esta leche haréis los quesos, que se acostumbran vender en el Verano para las meriendas, en lugar de companaje. De la leche, que será condensada sin prensar, haréis los pequeños quesos… Quanto al hacer los quesos, se debe ordeñar la mas gorda, y espesa leche para quesos, para que se puedan conservar largo tiempo, de la qual no debéis sacar para hacer manteca, sino como saliere de la baca, la pondréis en unos vasos para quaxarla. El modo como la quaxaréis sea poniendo dentro gordura de corderos, o cabritos, o de liebre, o flores de cardo salvatico, o simiente de cardo benedicto, o leche de higuera salvatica, o la piel que la gallina tiene dentro del estómago, que recibe el estiércol, o la flor de las algarrobas domesticas, o silvestres… Y quando estuviere presa o quaxada se debe poner luego en el colador, o estampa, para que se separe el suero de la leche.” “Si queréis endurecer y conservar largo tiempo los quesos, los exprimiréis bien quando fueren en el colador, o estampa, y después pondréis una poca de sal molida por encima. Si por haverlos conservado largo tiempo se hicieren duros, los pondréis en un vaso de barro, y pondréis dentro harina de ordio, o los pondréis entre garvanzos o bisaltos, o los cubriréis de hojas de taragoncia, la qual también impide que no sean mordidos de gusanos, ni polilla, y de que no se marchiten; y para poderlos dar finos, los pondréis en arcas, o bodegas, encima de tablas, rociados con aceyte de olivo, o de lino, y vinagre, mezclado todo junto. Haréis juicio del buen queso, si él fuere gordo, y de peso, algún tanto colorado, dulce al gusto, agradable al olfato, y no en alguna manera dañado, y corcomido.[44]
            También trataba el libro sobre el queso de cabra: La leche de cabra es boníssima…”[45] “La mayor utilidad que la Madre de Familias de la Casa de Campo puede tener de sus cabras es de los quesos y los hará de la misma manera que se ha enseñado en los quesos de la leche de baca, excepto que de esta leche de cabra no se debe sacar manteca, porque no es de tan gruessa substancia”[46]
            Informaba asimismo Agustí sobre la elaboración de la mantequilla: “Para hacer la manteca, la conservaréis en lugar más frío y de la leche gorda no sacaréis nada, antes la batiréis mucho en un vaso hecho a propósito, mayormente en tiempo de grande calor, el qual impide mucho el quaxarse la manteca; y si hacéis quenta de venderla, se debe salar, y ponerla en vasos de barro, para poder llevarla a vender a otros Lugares, como se usa en muchas partes. La manteca de color amarillo es la mejor de verano, y la más ruín es la de color blanco; mas conviene entender, que en el Invierno es todo lo contrario.”[47]
Legumbres, verduras, hierbas aromáticas
            Junto con el pan, verduras y legumbres eran los principales alimentos del campesinado. Miquel Agustí hablaba de la importancia del huerto en la Casa de Campo: “que ha de ser, mas para utilidad, que de ello ha de sacar [el Padre de Familias] para provecho de su casa, que para recreo: porque además de las provisiones para su casa de yervas de comer, medicinales, diversidad de frutas, assi de las de Verano, como de las de conserva, toda manera de legumbres, cañamos y lino; pero aun de todo puede vender para sacar dinero, a provecho para la Casa de Campo”.[48]
            Muy importantes en la alimentación del mundo rural eran las legumbres, consideradas muy nutritivas y apreciadas por sus cualidades saciadoras, perfectas por ello para los campesinos. Desaconsejadas, en cambio, para los nobles, por resultar demasiado pesadas e indigestas. Eran ingrediente esencial de la olla y se consumían cocidas. También se transformaban en harina y se hacía una especie de puré. Continuaba la presencia de las habas, aunque su importancia iría decreciendo a favor de las judías venidas de América, más productivas y más apreciadas, que se consumían verdes y secas. Las habas eran de diversos tipos. Miquel Agustí aconsejaba sobre la mejor manera de cocerlas: “Si queréis que cuezan presto, las remojaréis con agua de salitre.”[49] Cocer correctamente las legumbres no era fácil por la dureza del agua. Para conseguir una buena cocción también recomendaba: “le echaréis en la olla, quando la cociereis, un poco de simiente de mostaza, ahora sea legumbres, ahora sea carne, y haciendo esto, os saldrá muy bien.”[50] Otra legumbre muy útil eran los altramuces, que servía tanto para la alimentación humana como para la alimentación animal: “Son de un nutrimento ingular para los bueyes en el Invierno, habiendo estado primeramente en remojo con agua salada, y después  cocidos: son buenos para el mantenimiento del hombre, molidos, y hecho pan, en tiempos de esterilidad”.[51]
            Las verduras, despectivamente denominadas “hierbas”, constituían parte fundamental de la alimentación de las clases populares del campo y la ciudad, aunque se consideraba que eran de poco mantenimiento. Se comían crudas en ensalada, hervidas, asadas, fritas, se secaban para utilizarlas durante largo tiempo, se hacían conservas, con vinagre y con azúcar. Agustí consideraba mejores las primerizas: “Toda hortaliza temprana vale más que la tardía, como dice el Proverbio: El buen nabo, por Santiago tiene cabo”.[52] Muy populares eran las coles, que las había de muchas clases durante todo el año: “El buen Hortelano, no solo ha de procurar tener coles en su huerto para todo el año, para el sustento de su casa, mas aun para algunas enfermedades.”[53] Las calabazas eran también muy comunes: “Las calabazas no son tan malas, ni viscosas para comer como los pepinos. Los Médicos las tienen por cosa muy buena…”[54] Muy apreciadas en Cataluña eran las espinacas, de las que Agustí valora especialmente sus múltiples preparaciones: “Son buenas para comer en tiempo de Quaresma, y se guisan de muchas maneras.”[55]
            Algunas verduras desempeñaban también un importante papel como aromatizantes y condimentos, sobre todo ajos y cebollas, que eran muy del gusto de las clases bajas, por alegrar los alimentos, y rechazados por las clases altas por su fuerte sabor, incompatible con la categoría social elevada. Pese a sus inconvenientes las cebollas tenían buenas cualidades: “El que usare de comer cebollas tiernas con miel en ayunas, vivirá muy sano. Son mejores las cebollas para medicina, que para comer de ellas… La cebolla assada en las ascuas, y comida, cura la tos.”[56] Comer ajos tenia consecuencias en el aliento y Agustí daba consejos para evitar el problema: “El ajo comido crudo, da y trae un mal olor y hediondez a la boca; y assi después de haverlo comido, comeréis habas crudas: Otros para lo mismo comen raíces de acelgas, assadas entre las cenizas, y comen perejil; lo mejor es no comerlos crudos, y si los queréis comer, fregad con ellos el plato en que habéis de comer, y sentiréis su gusto en la comida, sin hediondez del aliento.”[57] Las hierbas aromáticas eran muchas y muy apreciadas para dar aromas y sabores a las comidas, como el comino o el coriandro.
            Las hierbas para ensaladas eran muy variadas, incluyendo numerosos vegetales, lechuga, achicoria, verdolaga, hojas tiernas de mostaza, romero, orégano, berros, hinojo, rúcula, acedera, alcaparras, olivas, borrajas, amapolas, apio. Son curiosas las cualidades que Agustí les atribuía a algunas, como la borraja: “Sus hojas tiernas y sus flores sirven para comer en la ensalada; la borraja atrae alegría a la persona que la come a menuda; el caldo de ellas limpia el cuerpo; su raíz y simiente cocida en vino, hasta disminuirse la tercera parte, es buena para las tercianas; la decocción de ella bebida con vino, quita la melancolía, y tristeza.”[58] Las alcaparras, presentes en muchas ensaladas, las consideraba como un buen incentivo del apetito.
            Muy importante era conservar las verduras, bien secándolas, bien preparándolas en sal y vinagre, bien en azúcar. Para confitar la lechuga daba Agustí una curiosa receta: “Tomaréis la lechuga, y la quitaréis todas la hojas del tronco, y las hojas tiernas salaréis dentro de un vaso, y de essa suerte las dexaréis por espacio de día y noche, hasta que se buelva salmuera, y después la lavaréis con dicha salmuera, y espalsadas que sean, se pondrán estendidas en cribos, hasta estar bien secas, después les pondréis encima anís seco, hinojo, y un poco de ruda, y de puerros, cortados a pedacitos menudos, y después se deben poner en una olla nueva dichas hojas, assi secas, y pondréis en ella la salsa, que havréis hecho, de dos partes de vinagre y una de salmuera; después pondréis en ello mucho hinojo seco encima, y que esté siempre lleno del dicho vinagre, y salmuera.”[59]
            En la mesa de la casa rural no podían faltar productos sencillos, pero importantes en la cocina popular, como sal, vinagre, ajos, cebollas, hierbas aromáticas, especias, unas autóctonas, como el azafrán, otras venidas de Asia, como la pimienta y otras venidas de América, como el pimentón, que triunfó rápidamente en la cocina de las clases populares. La comida sencilla no estaba reñida con la calidad y el placer. Una de las salsas que gozaba de más éxito era la salsa de mostaza, de la que Agustí daba varias recetas: “Para hacer salsa de mostaza, conviene limpiar la simiente de la mostaza, y picada que esté, la lavaréis con agua fría, dexandola toda una noche con dicha agua, y después de lavada, y exprimida de el agua con las manos, la pondréis en un mortero y la picaréis con vinagre fortissimo, después la colaréis y passareis , y la destemplaréis con vino dulce, o lo mejor con mosto, en el tiempo de las vendimias; y esto del mosto se conserva todo el año, puesta en vasos de tierra vidriados.” “Otro modo de salsa de mostaza, que se puede llevar de camino muy curiosa: Tomaréis dos onzas de grano de mostaza, media onza de canela fina, y picado todo muy bien; después con suficiente vinagre fuerte, y miel, lo destemplaréis, que sea como pasta espeso, y de dicha pasta haréis pelotillas; y las haréis secar al sol, o en el horno, y las pondréis en reserva; y quando queráis usar de ellas, tomaréis una pelotilla, o más de estas, y las templaréis en un plato o escudilla con vino, o con vinagre, u otro licor, y tendréis salsa de mostaza de repente, y en qualquier parte que vais, llevando de dichas pelotillas, la qual es en la boca muy delectable, y de muy útil para el estómago.”[60]
            A medio camino entre la alimentación y la medicina, las hierbas aromáticas no sólo eran importantes en la cocina, para conservar los alimentos, para dar aroma y sabor a los platos, también se utilizaban como remedio para facilitar la digestión y para solucionar múltiples problemas de salud. El ajenjo confortaba el estómago, curaba la hidropesía y servía para teñir los cabellos de negro.[61] La manzanilla era buena para remediar el cansancio y la debilidad.[62]
            No olvidaba tampoco Miquel Agustí dedicar un capítulo de su libro al olivo y al aceite: “Débese aquí tratar, y enseñar el modo de hacer aceyte del fruto del olivo, como cosa muy útil para el Padre de Familias de la Casa de Campo; porque os puedo certificar, que el aceite no es menos necesario para la vida humana, ni de menos fruto, y hacienda que la del vino, ni para la Casa de Campo…”[63] Aunque en aquella época se cocinaba fundamentalmente con grasa de cerdo, el aceite de oliva también se utilizaba, especialmente para aliñar ensaladas y para cocinar los días de abstinencia y tenía, además, múltiples aplicaciones medicinales.
Frutas, confituras y dulces
            Papel muy destacado en el libro de Miquel Agustí jugaba la fruta. Apreciadísima por todos, los médicos la desaconsejaban, alegando que podía provocar desarreglos intestinales con facilidad. Pero la gente disfrutaba mucho comiéndola fresca en su temporada y procuraba conservarla para poder seguir disfrutándola a lo largo del año. Los frutos secos eran igualmente muy apreciados. Además algunas preparaciones a base de frutas se utilizaban como remedios medicinales. Miquel Agustí proporcionaba mucha información sobre el cultivo de los árboles frutales para obtener la mejor fruta y sobre las maneras de conservar la fruta, especialmente secándola y confitándola.
            El membrillo, por ejemplo, era una fruta muy apreciada, se elaboraba de muchas maneras diferentes, como demuestra la cantidad de recetas existentes, tanto en los recetarios familiares como en los de confiteros profesionales. Los membrillos se conservaban en miel, en mosto, en vino, secos, asados y cocidos con azúcar. Se aromatizaban con azafrán o canela. Miquel Agustí daba varias recetas, una de ellas de carne de membrillo: “De los membrillos haréis una confección o confitura para el fluxo del cuerpo que se llama carne de membrillo, tomando membrillos y haciendo de ellos quartos, los quitaréis las pepitas, y los haréis hervir con agua clara, y hasta que estén cocidos muy bien, de manera que se puedan pastar, y calientes, los passareis por el crivo de pieles, o zaranda, que solo quede en la zaranda el duro que no puede pasar y a ocho libras de esta pasta pondréis tres libras de azúcar fino, y mezclándolo todo junto con una espátula de madera, lo haréis cocer, y conoceréis quando está cocido a perfección, quando no se despegare del vaso. Y si queréis poner en ello especies, como son canela, clavos, nueces noscadas y jengibre, las pondreís muy bien picadas, quando se acabare de cocer, mezclándolas bien con la espátula y dexareislas refriar, y después las pondréis en caxas de madera o vasos de vidrio.”[64]
            Las confituras de frutas eran muy numerosas en el libro de los Secretos de Agricultura. Se hacían confituras de naranjas, cidros, limones, nueces, duraznos, peras, manzanas, albérchigos, cerezas, guindas, uvas, ciruelas.[65] También se hacían conservas y confituras de flores, de rosas, de violetas.[66]
            El dulce era uno de los grandes placeres de la época moderna en todas partes y también en el mundo rural catalán. Los endulzantes comunes eran la miel y el azúcar. El uso tradicional de la miel continuó, pero a medida que avanzaba la edad moderna, aumentó el uso del azúcar. Gracias a la producción de las grandes plantaciones de caña de azúcar en América y al activo comercio desarrollado, la gran oferta de azúcar hizo más asequible su consumo. Las maravillosas cualidades que se le atribuían aumentaron todavía más su valoración y el deseo de todos por disfrutarlo.
            En el libro de Miquel Agustí se observa un frecuente uso del azúcar, pero también está muy presente la miel. Recogía algunas noticias básicas sobre apicultura. Dedicaba el capítulo 16 del Libro Quarto a los « Secretos de las abejas, colmenas, y enjambres, con sus obras, miel y cera… »  Daba una serie de características para reconocer la calidad de miel: « Aunque las señales de la buena miel sean de color roxo, de buen olor, pura, limpia y luciente, en todas partes dulce, y deleytable al gusto, que no retenga nada de acrimonia, de una consistencia mediana entre líquido y espeso, y por lo demás bien unida con ella misma, que alzándola arriba vay siguiendo en forma de una línea derecha sin romperse… La que es cogida en la Primavera, o en el Verano, es siempre mejor que aquella de Invierno : la miel blanca no es de menos bondad que la roxa… la de Alcarria en Castilla, que es la mejor de todas ; quanto la miel fuere más fresca es mejor… »[67]
            Y hacía un elogio de la miel : “El uso de la miel es muy necesario en muchas cosas, alarga la vida a la gente vieja y a los de complexión fría… La miel impide la putrefacción… La miel preserva de corrupción. De aquí nace, que quando quieren conservar alguna raíz, yerva o fruta, y principalmente el zumo, suelen confitarla con miel, y para eso pedimos miel violada, rosada, de romero, de arrayán, de buglosa y de otras semejantes, que son hechas con los zumos, y miel…”[68]
            El Libro de los Secretos de Agricultura de Miquel Agustí refleja el mundo rural catalán en los tiempos difíciles del siglo XVII y lo hace desde una perspectiva familiar y cotidiana. Refleja “los trabajos y los días”, en la línea de una vida de honesto trabajo, en la que la alimentación es una necesidad básica, pero que, gracias a los conocimientos y la experiencia acumulados por generaciones de campesinos, puede no sólo llegar a ser satisfecha, sino incluso disfrutada. El libro recoge la sabiduría de siglos decantada en el trabajo de la tierra y en la cocina popular.

AGUSTI, Miquel (1988). Llibre dels secrets d'agriultura, casa rústica i pastoril. Estudis preliminars de    L. Argemí, J. Garriga, M. Prats, A. Rossich i A. J. Soberanas, edició facsímil, Barcelona,               Altafulla, 45 p. y 194 fs.




[1] Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto CICYT. Convocatoria 2011. Referencia: HAR2011-26435-C03-02. Título del proyecto: “El hecho cotidiano en la Monarquía Española de la Edad Moderna: Cataluña y Barcelona”. Ministerio de Ciencia e Innovación.

[2] Miquel AGUSTI: Llibre dels secrets d'agriultura, casa rústica i pastoril. Estudis preliminars de L. Argemí, J. Garriga, M. Prats, A. Rossich i A. J. Soberanas, edició facsímil, Barcelona: Altafulla, 1988, 45 p. y 194 fs. Traducción adaptada de un texto francés precedente.
[3] P. VII.
[4] P. 294.
[5] Maria Àngels Pérez Samper y Maria Mercè Gras i Casanovas: “Els tractats d´agricultura i l´alimentació pagesa a l´època moderna” en Estudis d´Història Agrària, nº 13 Alimentació i Història, 2000, ps. 63-106.
[6] Ps. 19-20.
[7] P. 178.
[8] P. 475.
[9] P. 327.
[10] P. 228.
[11] Ps. 226-227.
[12] P. 227.
[13] P. 228.
[14]  P. 188-190.
[15] P. 190.
[16] P. 178.
[17]  190
[18] Ibídem.
[19] P. 178.
[20] Ibídem.
[21] P. 179.
[22] P. 182.
[23] Ps. 218-219.
[24] P. 219.
[25] P. 224.
[26] P. 213.
[27] Ps. 263-264.
[28] P. 368.
[29] P. 373.
[30] P. 377.
[31] P. 382.
[32]  P. 385.
[33] P. 386.
[34] P. 384.
[35] P. 385.
[36] P. 349.
[37] P. 352.
[38] P. 355.
[39] P. 364.
[40] P. 316.
[41] P. 364.
[42] P. 364-368.
[43] P. 327.
[44] Ps. 327-328.
[45] P. 364.
[46] P. 363.
[47] P. 327.
[48] P. 53.
[49] P. 180.
[50] P. 181.
[51] P. 179.
[52] P. 70
[53] P. 62.
[54] P. 73.
[55] P. 63.
[56] P. 67.
[57] Ps. 69-70.
[58] Ps. 65-66.
[59] P. 101.
[60] Ps. 103-104.
[61] P. 76
[62] P. 78.
[63] P. 228.
[64] P. 136.
[65] Ps. 135-137.
[66] Ps. 102-103.
[67] P. 407.
[68] Ps. 407-408.

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